viernes, 23 de febrero de 2018

De paseo por Porcillán


¡Hola!

Hoy os quiero enseñar una preciosidad de fotografía del Muelle de Porcillán. Como véis, ya la he restaurado, eliminando sobre todo las manchas negras de humedad que tenía y algunas amarillentas sobre todo en el cielo.
Como siempre, he disfrutado muchísimo al digitalizarla y restaurarla, al apreciar mucho mejor todos los detalles. Los niños en el espigón, tan relajados al lado del mar, y el simpático subido al noray me ha encantado. Tal vez se estaba dando cuenta de que iba a salir en la foto....
También la señora que aparece al lado, y los tres chicos de la parte superior derecha, uno colgado en la barandilla.

Os lo enseño con capturas en mayor tamaño:



¡Qué tranquilidad! ¿verdad?

Pero antes de despedirme, y gracias a una publicación en Facebook de Alberto Paraje, he conocido un poco más de la posible historia del nombre de Porcillán, y tal cual, copio y pego con su autorización, y agradeciéndole muchísimo la haya compartido con todos nosotros.

Hace aproximadamente 1000 años, vivía en la ciudad francesa de Angers un joven aristócrata llamado Julien, que ocupaba con la caza mucho de su tiempo ocioso. Cierto día de cacería, hirió mortalmente con su ballesta a un ciervo, que para espanto y horror de Julien, en su agonía, se dirigió a él con voz humana advirtiéndole: “Tú que has de matar a tus padres, no es mucho que quieras matarme a mí”.
Temeroso Julien de que se cumpliera el terrible augurio del ciervo parlante, abandonó inmediatamente la mansión de sus padres sin decirles ni una palabra del suceso, asegurándose de que éstos no supieran a dónde se dirigía.
Muchos años después, los ya muy ancianos padres de Julien vagaban por toda Francia buscando a su hijo desaparecido. Agotados y enfermos, hallaron cierto día cobijo en una pequeña mansión, en la que una piadosa mujer les ofreció su propio lecho para que descansaran y se recuperaran. Al anochecer, regresó a casa el marido de la bondadosa dama, encontrándose en su alcoba a la anciana pareja ocupando su cama, pero creyendo él en medio de la penumbra, haber descubierto a su mujer en flagrante adulterio.
Desenvainó inmediatamente el hombre su espada, atravesando con ella una y otra vez a los presuntos amantes hasta darles muerte. Los gritos de los ancianos hicieron que acudiera de inmediato la mujer de la casa, y a la luz del candil que portaba, se descubrió el terrible error cometido por su marido: Efectivamente el señor de la mansión era Julien, y los ancianos muertos eran sus padres. El augurio se había cumplido.
Desesperado Julien, sólo creyó poder alcanzar el perdón divino y su propia paz, peregrinando hasta la tumba del apóstol Santiago en Compostela, y así fue como después de muchas y largas jornadas caminando, llegó hasta una ancha lengua de bravío mar que se adentraba en tierra, que obligaba a los peregrinos a abandonar su ruta junto al mar y adentrarse hacia el interior.
Fue entonces cuando Julien tuvo clara la redención de sus pecados: se haría barquero y ayudaría a los peregrinos a realizar aquella peligrosa travesía en su barca, estableciendo además en la orilla opuesta un hospital para atenderlos.
El lugar de desembarco de los peregrinos pronto pasó a llamarse Puerto de Julián, lo que hoy conocemos como “Porcillán” y su hospital estaba sobre el peñasco donde hoy está el hotel “Fogar do Mariñeiro” (la antigua cofradía de pescadores). En documentos del siglo XII ya se menciona el “portum Juliani” y aún en documentos de mediados del XVIII se hace referencia a este lugar como la “Peña del Hospital”.
Pero, ¿qué fue del desdichado Julien?... Pues bien, en cierta ocasión llegó a su hospital pidiendo ayuda un andrajoso peregrino totalmente cubierto de llagas supurantes, eccemas y pústulas. Recelosos el resto de peregrinos de un más que posible contagio, Julien decidió entonces llevarlo a su alcoba, cediéndole su propio jergón. Se transformó entonces el nauseabundo peregrino en un ángel, que anunció a Julien que todos sus pecados habían sido perdonados, y que pronto descansaría en paz eternamente, como así fue.
La historia de Julien pronto se hizo muy popular entre los peregrinos, siendo incluso representada en una magnífica vidriera de la catedral de Notre Dame de Rouen datada en el año 1250. Muchos son los vados de ríos y rías que desde entonces se atribuyen haber sido el lugar de establecimiento de Julien, convertido para siempre en patrón de los barqueros.

Espero que os haya gustado, y ¡buen finde a todos!