Seguro que si, o en alguna ocasión lo habéis hecho. Llevar en la cartera aquellas fotos que más queremos, aquellas fotos que deseamos tener siempre a nuestro lado: de nuestros padres, de nuestros hijos, de algún familiar, de algún amigo o amiga, ... Y sin darnos cuenta muchas veces del riesgo que ello supone, y más si es la única copia que tenemos.
Por un lado el riesgo de perderla, de que nos roben el bolso, o la cartera (que cada vez es más habitual), o de que sufra un accidente. Por otro lado, el propio deterioro de la fotografía. Es curioso que sea esa foto que siempre llevamos con nosotros, la que no queremos perder, la que más expongamos al propio deterioro del tiempo, sin darnos cuenta. Roturas, arañazos, ...
Esta niña tan bonita es una amiga mía, cuando era pequeñita, y es precisamente una foto que ella lleva en la cartera. Y como normalmente ocurre en estos casos, también es la única copia que tiene.
¡Hasta hace unos días! Porque ahora ya tiene esta fotografía en formato digital, y además ¡restaurada!.
No quiere dejar de llevar esta en la cartera, lo entiendo. Ser la fotografía original tiene un encanto especial, y como la ha llevado desde siempre, no le apetece cambiar esa costumbre.
Pero la verdad, la tranquilidad de tener una copia por si acaso ....
Y estas son las fotografías ya restauradas, como veis he restaurado el color, y eliminado las manchas y arañazos de la original, que por zonas ya empezaba incluso a romper. A mi me encantó el resultado, y espero que a vosotros también.
¡Un saludo! ¡Y gracias por pasaros!
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